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El cuarto factor para crear informes efectivos y de calidad
3.11.06


Como complemente a un artículo anterior en el que hablamos de la metodología y tres factores para redactar informes eficientes hoy nos vamos a detener en las claves para aumentar aquélla: haber sido un lector empedernido, preferentemente de literatura y periódicos durante años, y haber profundizado en el estudio de la gramática y la morfosintaxis.

Hay que entonar el mea culpa. Lo cierto es que los consultores tenemos una cierta deformación profesional que nos lleva a escribir con cierta ampulosidad, abusando excesivamente de la perífrasis, el condicional simple y el rodeo gramatical. También estamos creando nuestros propio lenguaje técnico distinto del de otras profesiones liberales. Y, sin embargo, estamos constantemente luchando por normalizar y conseguir cierta permeabilidad en nuestros despachos ante este tipo de prácticas.

En esta profesión estamos en permanente contacto con áreas especializadas de la empresa que poseen subcódigos lingüistícos y es muy fácil caer embrujado por las palabras técnicas y especializadas.

En mi vida de consultor he leído informes que eran verdaderas agresiones al lenguaje funcional. Si el escrito transmite cierta mesura en el uso de tecnicismos, suelo justificarlo en el deseo que tiene el redactor por dar un brillo sugerente a los informes, lo cual es respetable y hasta deseable.

En los archivos de una consultora es fácil encontrar textos, propios y de terceros, que recogen--con verdadera profusión y descaro--todos las variedades inimaginables de giros inusuales, recursos retóricos, eufemismos, extranjerismos, desconocidos tecnicismos y un excesivo empleo enfático de adverbios terminados en mente. En un par de ocasiones, tras invertir bastante tiempo en intentar comprender tanta jerga que aparecía en una propuesta de un proveedor de servicios, me pregunté cuál era el objetivo de tal barullo initeligible.

Se me ocurrieron tres posibildades: en primer lugar, el escritor podría querer exhibir con soberbia su desmesurado conocimiento de la materia que nos ocupaba y el lector no está a su nivel; la segunda es que desearía aumentar artificialmente el prestigio y la solvencia, bien la personal o la de la firma que representaba, a través del lenguaje escrito; finalmente, y es la opción más diabólica, el redactor del informe estaría ocultando el desconocimiento en la materia que nos ofrecían en su propuesta de servicios.

Ahora bien, un consultor experimentado no debe recurrir a argucias de este tipo y que sólo sirven para propagar una mala imagen. Y el mejor remedio para no caer en estas tentaciones es redactar con un nivel medio de calidad. Ésta requiere meditar previamente a tocar cualquier tecla, una seguridad ante el manejo de las normas básicas de la redacción, la utilización de un estilo directo y neutro, el constante esmero en el arte de la redacción, la permanente consulta de fuentes especializadas y, no menos importante, la consciencia de que el texto escrito está representando a una entidad u organización.

A los consultores recién incorporados a mi equipo les ofrezco las herramientas imprescindibles para manejarse con corrección en este campo: el Diccionario de la Academia Española (en sus variedades de motor de búsqueda para Firefox incluido en la versión 2.0 y script para la consola), la 'Gramática de la Lengua Española' y el imprescindible 'Manual de Español Urgente de la Agencia EFE'. El 'Diccionario Panhispánico de Dudas' se incluirá en este conjunto de herramientas más adelante.

Y aunque sea indiscreto decirlo, a veces me paseo sólo para mirar el grado de deterioro que tienen estos manuales ya que es un inequivocable indicador del grado de utilidad que tiene para el consultor.

>> Publicado en Categoría: Consultoría y Literatura

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