La blogosfera se fundamenta en la información, la opinión--generalmente efímera y que refleja el sentimiento del momento ante un tema--y la participación. Este fenómeno de masas se estructura a través de los artículos e informaciones del propietario de la bitácora y los comentarios de sus lectores. Un blog con cierto tráfico articula la creación de un grupo: en gran parte, sus miembros (lectores) tienden a aceptar el nuevo sistema de valores y creencias que se desprende de los artículos, comentarios e información publicada.

Esto puede provocar un cambio de actitud en el lector que dependerá de dos factores: en primer lugar, de que sienta esos nuevos valores y creencias en consonancia o proximidad con los suyos. Finalmente, que nunca entren en conflicto con sus profundos y arraigados rasgos de carácter.

Ante ciertos temas, tla y como como ocurre con los periódicos, radios, televisiones y medios de comunicación, es indudable que las bitácoras con mayor popularidad pueden favorecer que sus lectores aumenten la intensidad de sus emociones y potencien ciertos sentimientos que ya poseían con anterioridad.

Aunque a muchos detractores no les guste la idea: el camino a recorrer hasta conseguir inducir y/o conducir a la audiencia a realizar cualquier cosa y que ésta adquiera la calificación de masa, resulta infinitamente largo y se antoja imposible, si acaso reservado a algunas mentes privilegiadas de las que sólo aparecen pocas veces a lo largo de la historia.

¿Por qué un asiduo de las bitácoras no forma parte de una muchedumbre? Porque existe interacción entre los miembros del grupo, aunque ésta sea digital y escrita y raramente presencial, y la prática totalidad están organizados en torno a un diálogo, dispuestos a atender a razonamientos y a discutir sobre un tema.

Una bitácora no es la conciencia social de un grupo ni el alma colectiva que es capaz de ser sujeto responsable de los actos de un grupo. Esos conceptos son más propios de un arbitrario misticismo que del estudio racional del comportamiento del grupo y sus rasgos de carácter.

La más temible de las enfermedades del alma es el furor de dominar.

Voltaire

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