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¿Los echo o les monto un club social? Móntales un negocio y asóciate con ellos
20.3.08


Leyendo el artículo ¿Los echo o les monto un club social? en Los sueños de la razón y algunos de los comentarios que sus lectores han dejado, me surge de nuevo una pregunta que lleva barruntando en mi cabeza desde hace una larga temporada: ¿estaría la gente dispuesta a pagar por mantener una conversación inteligente?

En el mundo actual hay muchas oportunidades que aprovecha la gente para conversar: en el supermercado, en el transporte público, frente a la máquina de café o agua de la oficina, en los pasillos y escaleras... e incluso también me sorprendió que se lograra mantener conversaciones en la blogosfera. Por tanto, el hombre quiere conversar, relacionarse, opinar... y hay mucha gente que aprovecha cualquier oportunidad. ¿O debería decir hablar en lugar de conversar?

Algo parecido a lo que relata Miguel en su bitácora lo viví en una céntrica oficina de la Seguridad Social en Zaragoza. En este caso, el funcionario sólo quería conversar para quejarse de las disfunciones estructurales que provocará la inmigración en España; me sorprendió la sinceridad de este personaje en un negociado por el que pasará decenas de trabajadores extranjeros al día. Resumiendo, era uno de esos personajes que obvian la réplica aunque la permiten (es decir, no la someten a análisis, valoración, consecuencias ni contraste con otras opiniones), que se encuentra limitado a sus razonamientos y que no muestra ningún tipo de apertura a lo que el interlocutor pueda comentarle. Por tanto, era un personaje con el que no merecía la pena conversar.

Sin embargo, el funcionario tenía unas ideas meditadas, nada superficiales. Había propensión a la conversación (lo cual ya es algo) pero no actitud.

Hay otro tipo de personas cuya conversación se agota rápidamente tras haber pasado por los temas recurrentes de siempre y que transmiten una sensación de vacío. Un tercer tipo es aquél que, cuando se bordea la polémica, pierde la compostura y muestra su visceral imagen real. Finalmente existe el tipo que ha meditado, tiene ideas propias y riqueza intelectual pero que no deja resquicio a la réplica o, si la deja, la sensación del interlocutor es que está hablando a una pared o que el púlpito en el que se encuentra está elevado cientos de metros sobre su cabeza. Es como encontrarse con un caramelo de fresa y, tras quitarle el envoltorio, vemos que es de regaliz. Hay algún tipo más pero no merece la pena abundar en ello. Una pena.

En definitiva, es difícil encontrar, si no buenos conversadores, al menos interesantes. Y sin embargo, hay mucha más gente que tiene necesidad de conversar tranquilamente y que le gustaría oír opiniones, analizarlas, someterlas al crisol de sus conocimientos y concluir si debería cambiar su percepción sobre algo. Probablemente, esta gente que, también tendrá desarrolladas sus competencias sociales, no tendrá problemas para encontrar cómo satisfacer esa necesidad.

Aquéllos que quieren y no pueden o no encuentran a un interlocutor válido, racional e inteligente, ¿estarían dispuestos a pagar por sentarse delante de alguien que les escuche, le aporte matices durante la conversación y le haga reflexionar?

| Categoría: Sociedad | Etiquetas: comunicacion negocio interrelacion |

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